En unos días más el almanaque nos
señalará diciembre, mes de recogimiento esperado por niños y adultos; sin
embargo, como todos los años la temporada no estará exenta de accidentes,
mutilaciones y quemaduras provocadas por los juegos pirotécnicos. Los
peruanisimos “rata blanca”, “calaverón”, “binladen” o “mata suegra”, que se
comercializan libremente y parecen más cartuchos de dinamita que dispositivos de pirotecnia ocasionaran, seguramente, lesiones en los niños, sus principales víctimas.
En esta época del año ¿Quién no
recuerda el incendio ocurrido el 29 de diciembre de 2001 en la meca de los pirotécnicos: “Mesa redonda” y que
ocasionó, según datos oficiales, la muerte de 277 personas?, cifra que queda
corta porque el estimado real de victimas fue superior a las 500 personas y
cientos de heridos con quemaduras de tercer y cuarto grado.
Pocas personas, tal vez solo los
médicos y familiares de los sobrevivientes pueden dar fe que salvaron sus vidas,
curaron las quemaduras y mitigaron el dolor de las heridas gracias al Banco de
Tejidos del Instituto de Salud del Niño desarrollado con tecnología nuclear, un
ejemplo exitoso de innovación y transferencia tecnológica del Instituto Peruano
de Energía Nuclear (IPEN) en favor de la sociedad.
Esta apasionante historia merece
ser conocida por los peruanos. Corría el año de 1995, Fujimori había logrado su
reelección venciendo a Javier Pérez de Cuellar, la dictadura arreciaba y el
slogan de “Honestidad, Trabajo y Tecnología” sonaba a burla para la comunidad
científica. En el
Centro Nuclear RACSO los pocos investigadores que se resistían a abandonarla
por el escaso apoyo gubernamental, buscaban con más ahínco que nunca la
cooperación internacional para seguir subsistiendo. En ese contexto, un grupo
de investigadores del IPEN liderado por la Dra. Emma Castro presentan al
Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) un proyecto de cooperación
técnica para crear en el país un banco de tejidos, con la finalidad de elaborar
materiales para implantes e injertos radioesterilizados con radiación gamma.
Meses después el IPEN involucra
en el proyecto al Instituto de Salud del Niño, que acredita como contraparte a
la Dra. Rosa Guerzoni Chambergo, una profesional de primer nivel que se
convierte en la figura clave para el éxito del banco de tejidos. Un breve alto
aquí, una mañana tuve el privilegio de conocer a la Dra. Guerzoni en su diario venir
al IPEN, a veces acarreando ella misma los insumos o equipos, sencilla y amable,
solía usar en su conversación algo que no es común en los científicos, el verbo
y la palabra exacta para cada cosa o definición, sin duda una investigadora
brillante.
Desde el
año 1998 el Banco de Tejidos comenzó a producir los apósitos y tejidos radioesterilizados
de calidad clínica, simultáneamente el material empezó a utilizarse en el
tratamiento de los pacientes quemados salvando muchas vidas. El proyecto era un
éxito y el banco de tejidos un boom, el tesón de los investigadores nacionales,
el equipamiento, capacitación, misiones de expertos, etc. la consolidaron
rápidamente.
¿Qué
es un banco de tejidos?
Podemos
señalar que es un establecimiento donde se colectan, procesan, almacenan y
distribuyen tejidos vivos o no vivos que serán usados para injertos en
pacientes humanos, bajo estrictos parámetros clínicos de calidad y asepsia.
La
obtención de los tejidos radioesterilizados, generalmente se inicia en una
granja porcina, cuando un médico veterinario selecciona los cerdos, las
sacrifica y retira su piel. Luego el material es trasladado a un laboratorio especial
para su limpieza, desinfección y corte en tiras de acuerdo con estrictos
procedimientos para apósitos de piel. Posteriormente, las tiras son tratadas e
incubadas en soluciones de glicerol (alcohol hidroxilo) a una concentración y
temperatura determinada. Los investigadores toman un cuidado durante la fase de
envasado y para controlar la contaminación microbiológica del aire utilizan
equipos especiales, como la campana de flujo laminar. A continuación, el
material empacado es esterilizado usando radiación gamma (para esta tarea se
utiliza un equipo gammacell que usa fuentes de cobalto) a una dosis mínima de
25 kGy que es la dosis recomendada por el OIEA y empleada en los bancos de
tejidos de todo el mundo. Finalmente, el material radioesterilizado se almacena
en un banco de tejidos en refrigeración. El procedimiento descrito resulta
sencillo, pero no es así, porque la Dra. Emma Castro y su equipo no solo
tuvieron que validar la dosis recomendada, sino llevar a cabo estrictos
procedimientos y ensayos para las pruebas de esterilidad.
Cuando se produjo el incendio de
Mesa Redonda, como mencionamos en un párrafo
anterior, el Banco de Tejidos del Instituto de Salud del Niño del
Hospital ya se encontraba en funcionamiento, pero la gran cantidad de heridos
evacuados a distintos hospitales hizo colapsar la capacidad del banco debido al
requerimiento del material; por esa razón, se tuvo que establecer un programa
de emergencia para la producción de los apósitos biológicos de piel de cerdo
las 24 horas del día, para salvar más vidas.
Una
apostilla final trágica: La Dra. Rosa Guerzoni, quien tanto luchó y entregó
parte de su vida para la consecución y éxito del Banco de Tejidos, meses antes
del incendio de Mesa Redonda y como una jugarreta del destino falleció a consecuencia de la
implosión y graves quemaduras que recibió en un accidente en su casa. La ciencia
y tecnología para salvar vidas a la que tanto apostó, no pudieron salvarla a
ella. En su memoria la instalación se denomina
Banco de Tejidos Rosa Guerzoni Chambergo (BTRGC). Alguien hace poco
escribió, en un medio local, una nota donde empezaba haciéndole una pregunta a
un taxista “llévame a la calle Rosa Guerzoni”, no obtuvo respuesta porque la
calle no existe, no hay reconocimiento alguno para el científico, solo las
gracias de los pacientes y el recuerdo de sus colegas.